19/6/18

ingolstadt

No te preocupes que si la conversación dura lo suficiente ya se las arregla él para hacerla desembocar en revelaciones que, hombre, así a bote pronto, como no le conozcas mucho o le acabes de conocer o aunque le conozcas de toda la vida, resultan un poco violentas. No sabe tú, así, como ejemplo, pero él ha probado el sexo anal, por supuesto que claro que sí. Te lo cuenta con eso muy suyo de acercar su cara demasiado a la de los demás y reírse como un cortacésped. Te lo cuenta ─lo sabe el barrio entero─ porque una vez terminó medioliándose con una tal Ana, voluminosa de impresionar, pero la tía iba tan borracha que se quedó dormida in medias res. Sexo anal. Se troncha. Muy celebrado también (por él) lo de unos años atrás, cuando cayó un premio importante del gordo de Navidad debajo de su casa (le tocaron 144,55 euros de mierda) y vinieron los de Coslada TV, y ante la ranciada del periodista de «¿Qué va a hacer usted con tanto dinero?», replicó con un fósil a la altura: «Tapar agujeros». «Muy bien, muy bien, enhorabuena», se retira el presentador complacido en los vídeos de la época a la caza de algún otro residente al que entrevistar. Ahí puede verse cómo nuestro hombre intercepta el brazo del reportero en su huida y acerca la boca al micrófono repitiendo «tapar agujeros». «Tapar agujeros, claro, muy bien». Y una vez más: «Agujeros». Cortacésped. Que pensaba invertir en irse de putas, vamos. La risión. Los vecinos le aprecian. Es una buena persona, no cae mal en realidad. Tiene bastantes amigos. Le quieren. Ayer por la mañana sufrió un accidente en la fábrica con una fresadora. Sigue en el hospital porque han tenido que amputarle dos dedos. Todavía no ha ido a visitarle nadie.

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