17/12/16

black perrito

Me he hecho con un perro negro. Llevaba tiempo rondándome la cabeza tener uno y ahora ya lo tengo. Cuando llegó era pequeño, íbamos de paseo y hacíamos cosas juntos. Ahora es grande y no quiere salir de casa. Se come los muebles, se come mi ropa, se come a mis padres y se ha comido a un par de novias. Se come: mi pelo, mi cara, mis manos, mis ojos, mi comida y a mis actrices favoritas. Libros, discos y películas, también se los come. Por la noche me muerde la nuca, me despierta de madrugada, y por la mañana se tumba encima de mí para que no me levante. Por la tarde, en el sofá, quiere que lo acaricie. Acostado en mi regazo, me muestra la barriga hinchada y caliente. Pobre. Sólo quiere jugar. Gran perro éste, el amigo más fiel que un hombre puede tener.

Le digo si no me hace caso: «Eso está mal. Mal. Eso está muy mal». Y lo acompaño con gestos de las manos para que se marche. No se marcha. Apoya sus patas en mi pecho y va a tirarme al suelo cualquier día porque está enorme y tiene una fuerza de mil demonios. «Ahora no, estoy ocupado», le suelo decir también. «¿No te das cuenta de que esto es importante? Estoy trabajando en algo excepcional. Intento darte una vida buena, una vida buena para los dos». Pues cuanto más ocupado, cuanto más importante, peor. Todo un caso. No me entiende, claro.

Cuando no lo veo en un rato pienso que se ha escapado. Qué tontería. Cómo va a escaparse. Si me quiere un montón. Si lo he criado yo. No se escapa, no, ahí viene corriendo de nuevo. Ven aquí que te abrace, maldito cabrón, con la compañía que me estás haciendo. ¿Te vas a portar bien? ¿Te vas a portar bien esta vez? Sí, eso es. Está muy bien así. Buen muchacho. Necesitas adiestramiento, nada más. Tienes que seguir unas normas, ¿de acuerdo? Yo sé que no eres malo.

Algún día lo mataré y me haré unas botas estupendas con él. ¿Puede alguien hacerse unas botas con un perro así? Yo me las voy a hacer. Grandes botas negras de perro negro grande. Brillantes, resistentes, que me duren muchos años, toda la vida si es posible.

Mi perro es mío, no os lo enseño.

14/12/16

ámbar

Tumbado
en la cama
a la 1:17
te preguntas
si te gustaría ver
dónde vas a estar
dentro de un año.
Te respondes que sí,
te gustaría. 
Hecho,
ya está,
puedes verte
dentro de un año
tumbado en esa cama
a la 1:17.
Es casi magia.

3/11/16

es sólo literatura, titi

Eso que escribí. Eso que dices que es tan bueno ─es verdad, no está mal─ es sólo literatura. O esa otra cosa, lo del pelo. Anduve fino ahí, tienes razón. A la gente le gustó. Eso del pelo también es literatura. Aquello y todo lo demás. Literatura. Quedó hermoso, empleé bastante tiempo en dar con las palabras adecuadas, en invocar imágenes bellas, juegos de palabras sugerentes que hablaban de cosas que nunca sucedieron. Literatura. Esto es malo. Intenta ser literatura pero no lo es. Es peor que una canción de Jesus and Mary Chain. Jesus and Mary Chain, te he hablado de ellos. Te he dicho que son el mejor grupo de la historia. No saben tocar, no tienen presencia, ni carisma. Con pinta de toxicómanos y muy deprimidos siempre. Son lo mejor que le ha podido pasar al planeta Tierra. Sus letras son espantosas. Absolutamente cojonudos. Tienen una canción los Jesus que se llama Good for my soul. No la soporto, me encanta, de veras. Good for my soul. Es imposible ser más ridículo con sólo cuatro palabras. Es imposible ser más brillante. Tienes que escucharla. Esa canción habla de mí. Habla de ti. Esa canción, en líneas generales, habla del bien que le haces a mi alma.

1/11/16

tío

Oye,
qué bien hemos venido en el autobús tú y yo, ¿eh?
Tantas horas por delante los dos,
tanta preocupación,
tanto problema,
tanta obsesión.
El viaje que podías haberme dado
y lo agradable que ha terminado siendo
tu compañía.
Todo lo que me has contado,
menudas ideas más suculentas,
vaya conexiones electrizantes.
¿Qué pasará cuando te quedes solo,
cuando se termine el dinero,
cuando te despedacen el corazón
(ya falta poco)
y te desangres por dentro?
¿Qué cuando todos los demás estén
donde querían estar
y tú sigas perdido?
(¿Son felices de verdad?
¿Son tan felices como parece desde aquí?)
Si tú y yo nos llevamos entonces
como nos hemos llevado esta tarde,
te lo aseguro, amigo mío,
todo eso de lo que hablas,
toda esa gente,
no va a importar una mierda.
Si tú y yo nos llevamos
como nos hemos llevado esta tarde,
joder,
se me ponen los pelos de punta
pensando en las cosas
de las que vamos a ser capaces
tú y yo. 
Confía en mí, tío.
Tú sólo confía.

11/9/16

bendito

Borracho que anoche en el Dcode, mientras esperaba mi turno frente a un servicio portátil, saliste corriendo de él mirando a tu espalda con el gesto de espanto más puro que yo haya visto jamás reflejado en un rostro, te acercaste a mí, ya sí, con ojos vidriosos y sonrisa alcohólica para confiarme: «Que no, ¿eh? Que es una broma, que no hay nada», cuando las cosas se pongan jodidas de verdad (y créeme hermano, se van a poner) pienso acordarme mucho de ti y de tu magia.

4/8/16

esos buitres retorcidos

Estaban en el funeral de Jesucristo,
en el de Juana de Arco
y ahí estarán
el día que tú te vayas.
Festín de carroñeros
miserables hijos de puta,
llegan desde ninguna parte
excitados por el olor
de la sangre cansada.
Calvas sus cabezas,
encorvados los cuellos,
lanzan sus garras
arañando el oro
y produciendo un chirrido tan espantoso
que hasta los muertos pueden oírlo.
¿Para qué quieres ya ese dinero,
viejo despreciable?
La hora se acerca también para ti
y no hay riqueza en la tierra que pueda devolverte
al momento previo
en que empezaste a encadenar un error tras otro
y tu vida se transformó
en el error más irreparable de todos.
Esos buitres retorcidos
no me pillarán con la guardia baja,
oh, no señor,
claro que no.
Antes verán arder mi casa
y todo lo mío en manos de los pobres.
Sabré qué hacer
cuando alcen el vuelo
y comiencen a trazar círculos
a mi alrededor.
Es sólo cuestión de tiempo
que ocurra.

28/7/16

merca donna

Cristo bendito,
anoche casi me caigo de la cama
cuando comprendí que no voy a volver a verte.
Ya sabes cómo funciona esto,
te marchas a vivir a otra parte
y las probabilidades
de atravesar la ciudad
para comprar
pan de molde
o salchichas
o insecticida
no resultan muy altas.
Soy bastante malo en eso,
pero creo que,
al menos una vez,
un día por lo menos,
intentaste algo.
Sí, me parece que lo hiciste,
aunque de todas maneras yo no tenía un buen día
(es algo frecuente que no lo tenga)
y, tía, en serio, créeme,
no habría funcionado;
nunca funciona.
Puede que dentro de dos
o tres
meses
te preguntes qué ha sido de mí,
puede que te preguntes qué estoy haciendo;
bien,
créeme también en esto: no gran cosa,
después de tanto tiempo
viéndome comprar
el pan de molde,
las salchichas
y el insecticida
más baratos
habrás sacado tus propias conclusiones.
Si dentro de dos
o tres
meses
te preguntas dónde estoy,
quiero que sepas que estoy aquí,
que no he ido muy lejos,
que vamos a continuar respirando
el mismo aire venenoso
y nuestra basura seguirá mezclándose
en el vertedero habitual.
Así va a ser
durante algún tiempo más.

8/7/16

esperanza

En serio, tengo que irme ya, 
es muy tarde,
mañana trabajo
y tengo que cuidar de mi padre. 
Venga, no seas así.
Sólo una. 
No puedo, 
de verdad.
De verdad que no. 
Y alguien está añadiendo vetas blancas 
a la mesa de mármol negro.   
Una para mí, otra para ti, otra para él, otra para ella.
Debería haberme marchado a casa hace una hora. 
Joder, déjalo ya. 
Sí, vale de dar el coñazo. 
Pasa media hora más hasta que decide acompañarnos
y sus ojos se humedecen 
y dice que esto no está bien, 
se lleva una mano a la nariz
y dice que ahora sí, que se va,
en cuanto se le pase se va. 
Con qué cara voy a ir a trabajar
y con qué cara voy a mirar a mi padre. 
Esperanza es la última que se pierde, 
pero al final siempre se pierde 
igual que nos perdemos todos.
Porque total, 
qué más da 
si mañana nos despertamos muertos
o nos entregan las llaves de la ciudad en un acto solemne y multitudinario.
Qué importancia tiene de todas formas. 

29/6/16

un juego

Una chica muy joven, apenas una niña, se te acerca en una calle concurrida. Tiene aspecto de estar en segundo de Derecho y de acabar de perder la virginidad. Lleva una carpeta con el símbolo de una ONG, una cualquiera, en realidad no importa. 
—¡Hola! —sonriendo como si de su sonrisa dependiera el perdón de un pelotón de fusilamiento. 
—¿Has oído hablar de nosotr
—Shhh… —pones la yema tu dedo índice sobre sus labios. Tomas su brazo suavemente. Le susurras al oído: 
—No pierdas tu tiempo con alguien al que le quedan dos semanas de vida. 
Acaricias su mejilla con el dorso de la mano. Caminas cuatro metros, te giras, le guiñas un ojo y sonríes como si de tu sonrisa dependiera un cargamento de víveres en mitad de una guerra. Continúas tu paseo.

16/6/16

los imbéciles

¿Cómo llamarías a esto?, dice ella. 
¿A qué esto?, él. 
A esto, a lo que hacemos.
¿Al rollo que llevamos? 
Al rollo que llevamos. 
Bueno, lo llamaría… no sé, bueno,
lo llamaría 
relación
eh…
relajada. 
Relación relajada. 
Relación relajada, 
relajación.
Sí, lo llamaría relajación. 
Y ahí los tenéis si los queréis ver. 
Partiéndose de risa
los muy bobos
debajo de las sábanas
con tonterías como ésa
y otras mucho más sonrojantes. 
Riéndose ella de lo idiota que es él, 
riéndose él para no acordarse
de que es pobre,
de que está deprimido
y de que es una pena cuando los buenos discos
flojean en la segunda mitad
y a la vida le pasa un poco lo mismo.

5/6/16

enrique anaut

¿Os acordáis de Enrique Anaut? Yo sí. Estudió Humanidades en la Universidad de Navarra. Después participó en Operación Triunfo y, aunque en España no volvió a saberse nada más de él, Enrique se mudó a Los Ángeles, contrajo nupcias con una modelo etíope y conquistó el mercado anglosajón con discos como American Idiot, Baby One More Time o Californication. Hoy en día es un músico asentado y muy respetado. Es verdad. Estudió Humanidades en la Universidad de Navarra.

9/5/16

tranquilo el hombre

El agua espantaba a las avispas escondidas bajo las hojas. Antonio García sujetaba la manguera con la que regaba las plantas mientras empleaba la mano libre rascándose un sarpullido en el mentón. Miraba el disco de cien metros de diámetro que permanecía suspendido sin emitir ningún sonido sobre la vertical de su raquítico jardín. Un ovni a todas luces. Media docena parpadeante. Naranjas, blancas. Durante el cuarto de hora que duró el avistamiento Antonio García pensó en cosas. No demasiadas, pero sí algunas. También notó el bulto de su móvil en el bolsillo trasero de los pantalones. Parecía un buen momento para comprarse otro. Uno que tuviera cámara de fotos.

4/5/16

momento

Todo el mundo debería tener el derecho 
a salir desnudo a la calle de vez en cuando
un día de lluvia,
uno de esos días de rabioso y cálido aguacero, 
adentrarse en la carretera
y avanzar contra los coches 
amparado por los relámpagos
y por el buen Vivaldi, 
Antonio el Sanador,
retumbando en los oídos por encima de los truenos, 
las bocinas y los gritos
y llamar a eso 
momento
La gente tendría que levantar la vista 
y contemplar con admiración,
los ojos quietos y doblados los labios, 
al que camina sobre los techos de los coches, 
tendría que llegar al día siguiente al trabajo
solicitando unas vacaciones no remuneradas con urgencia 
porque algunos momentos requieren 
más tiempo que otros 
y la remuneración es de otro tipo, es mucho mejor, 
coger un vuelo a cualquier lugar en el que haya hierba
que no sea éste, 
para tumbarse sobre ella durante un rato
y mancharse, 
un poco, un recuerdo, 
la ropa de verde.
Todo el mundo debería poder hacerlo
y alguien lo suficientemente loco 
debería escribir una ley al respecto;
ése sería su momento. 
Después, 
todo el mundo debería sentarse, 
fumarse un cigarrillo 
(no hay temporizadores reflexivos como los cigarrillos)
alargando el momento todavía un poco más. 
Ese epílogo iría muy bien para pensar: 
«Las cosas no están tan mal,
la vida merece la pena».
Así hasta el próximo momento.

4/4/16

«quédate en casa el último día de clase»

«¿Dónde está María? ¿La habéis visto?» No se sabe bien a qué se dedica María L. durante la media hora que dura el recreo. «Está haciendo el trabajo de fin de curso.» Ningún profesor les ha dicho que tengan que hacer un trabajo de fin de curso. Los profesores no tienen ni idea del asunto y piensan que es una broma. Más tarde, ya de noche, solos en sus despachos, pueden acordarse del tema en algún momento diciéndose que la niña de las rodillas raspadas y los ojos con pupilas como pupilas de animal tal vez haya cambiado. Los alumnos por su parte suponen que debe ser una especie de castigo que María tiene que cumplir. «Voy a seguir con mi trabajo de fin de curso», dice ella todos los días. Ninguno quiere molestarla con eso. 

El año pasado María dejó el colegio. Porque era caro, no aprendía nada y ya le estaban fastidiando. Eso podría haber funcionado si María hubiese cumplido los 16, pero todavía tiene diez años. En cualquier caso, consiguió mantenerse fuera durante unas cuantas semanas, y a lo largo de esas semanas parece que estuvo aprendiendo cosas por su cuenta. Cuando la obligaron a volver su mochila pesaba más de lo normal y el trabajo de fin de curso se había convertido en una prioridad. Una manera de demostrar sus nuevos conocimientos al margen de las instituciones. Lo natural sería que María se encerrara en la biblioteca, pero en realidad no la necesita en absoluto. Ya no. Si alguien le preguntase María contestaría: «He hecho ahí todo lo que tenía que hacer.» También sonreiría porque acaba de descubrir que una sonrisa bien empleada es más útil que una navaja suiza con conexión a internet. Pero nadie le ha preguntado. 

Si alguien la siguiese —algo difícil porque María ha aprendido a tomar precauciones— y dibujase sobre un plano sus movimientos se sorprendería contemplando dibujos extraños. Formas reconocibles aunque sin interpretación aparente. Invocaciones, quién podría asegurarlo. De seguirla alguien, recorrería tras ella las galerías inferiores del colegio. El gimnasio, el aula de tecnología, la sala de calderas. Si alguien lo hiciera inevitablemente escucharía el sonido de algo metálico golpeando suave e insistentemente el hormigón. Un pequeño martillo carcomiendo durante meses los pilares de sujeción del edificio. Un salmo remoto convertido en melodioso susurro infantil. En el improbable caso de que fuese sorprendida, María se retiraría un mechón de la cara y respondería sin apartar la vista de su trabajo: «No deberías estar aquí. Ninguno de los dos deberíamos estar aquí.» Y ya sería demasiado tarde para impedir nada, porque María ha avanzado mucho en su tarea últimamente.

7/3/16

verbo inc.

Serán sólo cien palabras convenientemente seleccionadas, lo hemos hecho infinidad de veces antes. No se preocupe, es una técnica indolora, una intervención magnética transcraneana en la que no es necesario abrir para acceder a su cerebro. Después de eso, un par de días de reposo para que los conceptos se asienten de la mejor manera posible y establezcan una conexión sólida entre ellos. Naturalmente sería un proceso mucho más laborioso en caso de que quisiera hacer carrera en el mundo del periodismo serio o escribir una novela aceptable, pero, créame, si lo que pretende es presentarse como candidato con esto tiene de sobra.