28/1/10

aquí vinimos a descansar

Aquí vinimos a descansar pero sólo yo lo he conseguido. El iraní de la habitación de al lado empezó a pasar mucho tiempo con la pelirroja que no hablaba nunca. Iban a las fiestas que montaba casi todas las noches el agorafóbico que vivía al fondo del pasillo. No parecía lo mejor si tenías problemas cardíacos, problemas con la bebida o cualquiera de los otros problemas. Todos se reunían allí y por la mañana siempre estaban muertos de sueño. Ahora que los últimos que quedaban se marchan, me pregunto si lo que realmente me hacía falta era un descanso.

(Escuchando: The Prodigy - Jericho)

25/1/10

el lobotomóvil del dr. freeman

Esta no es una historia agradable. Recogiendo el testigo del premio Nobel portugués Egas Moniz (cuyo verdadero nombre era António Caetano de Abreu), Walter Freeman llegó a realizar 2.500 lobotomías a lo largo y ancho de los Estados Unidos.

Corrían los años 30 y Freeman había desarrollado una manera rápida y eficaz de llevar a cabo esta práctica. Con un punzón, accedía al lóbulo frontal del paciente a través del conducto lacrimal y desmantelaba las conexiones nerviosas. Ni siquiera consideraba la anestesia como algo indispensable. Convencido de que había encontrado la manera de acabar con todas las enfermedades mentales existentes, desde la esquizofrenia hasta la depresión, pasando por cualquier tipo de desorden psicológico, Freeman decidió extender su técnica por todos los rincones del país. Se trasladaba en una furgoneta que él mismo bautizó con el lúgubre apelativo de Lobotomobile y operaba allá donde fuera necesario. Lo único que necesitaba era un picahielos y un martillo de caucho. Así estuvo durante 30 años. Como quien perfora el lóbulo (en este caso de la oreja) para hacer un pendiente. Sin complicaciones. Llegó a alcanzar tal nivel de ejecución, que se retaba continuamente a mejorar su marca. Su récord quedó fijado en 15 minutos por intervención.

La última paciente de Freeman fue un ama de casa a la que operó en febrero de 1967. Al poco tiempo, Helen Mortenson murió de una hemorragia cerebral. La carrera de Freeman había terminado. Tuvo que vender su casa y pasó los úlimos años de su vida visitando a antiguos pacientes en su lobotomóvil y tratando de convecer a la población de que su método era seguro y de que había mejorado la vida de miles de personas. Walter Jackson Freeman II moría de cáncer el 31 de mayo de 1972.

(Escuchando: Cab Calloway - Minnie The Moocher's Wedding Day)

21/1/10

además me voy a chivar a mis padres

-Además me voy a chivar a mis padres.
El pequeño Alex salió llorando de la habitación y a la canguro se le pasó por la cabeza ir tras él, pero rápidamente se dio cuenta de que ya era tarde. Ella estaba haciendo algo sucio e indecente y él lo había visto todo. Probablemente quedaría marcado para siempre. Pensó en lo buenas personas que eran los padres de Alex. Pensó también en que iba a tener que buscar un trabajo nuevo. Y se sintió muy mal. Pero de todas maneras, todavía faltaba un rato para que la película se descargara, así que aprovechó para masturbarse.

(Escuchando: Tito y Tarantula - La Flor de Mal)

12/1/10

la felicidad

Un vaso de agua muy fría.
Audrey Tautou.
Estar razonablemente satisfecho de algo que has escrito.
La mayoría de los perros.
El olor a gasolina.
Los niños que dejan en evidencia a los adultos que piensan que son idiotas.
Las luces de neón.
Una granja de hormigas.
El steampunk.
La versión instrumental de Insensatez de Antonio Carlos Jobim.
Las novelas de a duro.
Los buenos actores secundarios.
Las casualidades.
La propaganda soviética.
La chica de la panadería del final de la calle.
La astrofísica.
Los cementerios de coches.

(Escuchando: The Clash - Complete control)

7/1/10

zapatos

La revelación llega en la zapatería. Luego el sudor frío y la contracción del estómago. Comprarse unos zapatos puede ser algo más. Puede llegar a serlo todo. Unos zapatos buenos te van a servir para un número determinado de bodas (también para la tuya), no tantos funerales y unas pocas celebraciones concretas. Si eres ambicioso, algún homenaje puede caer. Del tipo que sea. Pero uno de esos pares de zapatos será con el que te entierren un día. Y no tienes ni idea de con cuál va a ser. No puedes saberlo y es mejor que no lo sepas. Por si acaso, elige bien tus zapatos buenos. Ten dos pares como mínimo. Mejor si son tres o más. No vas a poder esquivar a la muerte, pero con cuatro pares de zapatos buenos te sientes más lejos de ella.

(Escuchando: Junius - Hiding knives)