28/9/14

estoril

Es mi segundo día en Cascaes. Ayer estaba demasiado cansado por el viaje y me dio pereza escribir. Sigo preguntándome qué hago aquí. Ambientar mi relato en Estoril porque el premio consistía en un viaje a la costa portuguesa resulta una estratagema tan obvia y lamentable que no sé en qué estaba pensando. “¿Escritor?”, me pregunta todo el mundo. No tengo ni idea de por qué me lo preguntan. “Sí”, miento a veces. Cuando contesto que no, que solamente he ganado un certamen con un relato mau (“malo” es lo único que he aprendido a decir) se encogen de hombros y sonríen sin terminar de entenderme. De manera que digo que sí casi todo el rato.

El viaje era para dos personas. Debería haber venido con alguien. Me he dado cuenta después de pasar la mañana en el spa, la piscina y el baño turco. No ha sido en ninguno de esos sitios, me he dado cuenta más tarde, tumbado en la cama contemplando las dos entradas a las que tengo derecho para visitar el Palacio da Pena. Si hubiera estado con alguien nos habríamos reído. En ese momento nos habrían dado igual sus torres, su fachada y sus cúpulas. Nos habría bastado con el nombre. Yo sí que doy pena. Si hubiera venido con alguien todavía nos estaríamos riendo.

Consigo hablar con un trabajador del hotel que me propone con insistencia que pase por la Rua Francisco Romero, cerca de la biblioteca municipal. Investigo si Francisco Romero fue un torero. Me responde que probablemente lo fuera. A cierta altura nace una bocacalle que acaba en un racimo de casas donde viven y se reúnen muchos escritores (utiliza la palabra “racimo”); la mayoría españoles, dice. Como no tengo más planes para los próximos días y necesito mantener una conversación fluida le hago caso.

La zona está perimetrada por una verja de seguridad y hay un guardia en la puerta. “Escritor”. Sí, sí, claro. Escritor. Comprueba mi pasaporte y me deja pasar. En un principio atribuyo tanta medida de precaución a que tal vez vaya a encontrarme con una figura literaria de renombre dentro de alguno de esos apartamentos. Puede que una amenazada por sus ideas. Es ridículo, pero durante un momento la idea cruza mi mente.

Me reciben emocionados. Muy emocionados. Demasiado emocionados. Hablan atropelladamente, se interrumpen entre ellos, me enseñan sus textos, me obligan a leerlos. Lo hago. Todos son bochornosamente predecibles. Parecidos en su lenguaje recargado y desprovisto de información real. Muchos han sido escritos hace poco pero es como si hubieran influido los unos en los otros durante décadas. Para entonces no me sorprende cuando comentan que ellos también ganaron un concurso y una vez en Cascaes decidieron quedarse a vivir. Tampoco cuando me invitan a pasar la noche como uno de los suyos. Digo sí una vez más. ¿Qué otra cosa iba a hacer? Estoy en un campo de internamiento para escritores malos. 

(Escuchando: Marvin Gaye - Here, My Dear) 

22/9/14

carta a un joven auditor

Deberías airearte un poco, joven auditor. Pasear por la sierra. Deberías decirle a tu novia que no trabaje tanto. Que las hemorragias nasales pueden estar causadas por el estrés. Deberías olvidarte el móvil a veces y recuperar el fijo para llamar a tu madre. ¿Tanto dinero necesitas como para no invitar a tus amigos cuando por fin os encontráis? Deberías pasar menos tiempo en las torres de AZCA y más en los bajos. Entonces, en una de esas noches oscuras, verías las fosforescencias fatuas de los cadáveres recientes. Los cimientos, joven auditor, se apoyan en miles de restos fósiles de muchachos como tú. 

(Escuchando: Queens Of The Stone Age - Broken Box)

15/9/14

blues de san ginés

Hay una adivina en la Calle del Arenal 
que tiene un cartel en el que pone
“Salud, dinero y amor por la voluntad”. 
Me llevo la salud, el dinero y el amor
y dejo la voluntad,
porque quiero saber lo que se siente
y porque
hasta ahora
mi voluntad no me ha servido de nada.

(Escuchando: Ceremony - The summer the sun)

8/9/14

brueghel

El Prado exhibe El Triunfo de la Muerte de Brueghel el Viejo. En televisión una ramera exhibe los moratones que le ha causado el animal de su novio. Oh, pero los museos cierran tarde. Podemos terminar de ver esto y acercarnos al Prado luego.

3/9/14

obsolescencia programada

Es cruel que se nos acabe el tiempo
y tengamos que emplearlo en tratar de enderezarnos,
en engrasar las piernas con drogas tópicas
y en rendirnos a la ansiedad
en salas de espera implacables
porque la vista sólo nos permite ya mirar hacia dentro. 
Es cruel que la mente siga funcionando pero no lo haga el cuerpo. 
Es cruel que el cuerpo siga funcionando pero no lo haga la mente. 
Es cruel no ser ése nunca más. 
Es cruel llamar a tu madre a gritos en mitad de la noche
cuando te despiertas recordando que has sobrepasado la edad
que ella tenía al morir. 
Es cruel esperar malherido en el baño 
a la única visita que no va a fallarte. 
Es cruel sentir envidia de los movimientos de animales pequeños
y es cruel perderte un destello de lucidez
que no volverá a producirse. 
Es muy cruel que las horas de descanso se reduzcan
conforme aumentan las de dolor.
Es tan cruel olvidarse de uno mismo
que la naturaleza emplea los más perfectos mecanismos de incapacitación
para evitar que salgamos a la calle y disparemos contra esa juventud
pletórica y provocadora, 
resplandeciente al atardecer. 

(Escuchando: Tom Petty and The Heartbreakers - Breakdown)