20/8/18

esperanzas grandes

Lo que las hacía grandes era que se conocieron en el cuarto de baño de la casa de un amigo en común durante una fiesta. Esperanza estaba tumbada en el suelo porque se había mareado porque llevaba varios días sin comer prácticamente nada porque su novio la había dejado. Tenía la mirada fija en una mancha de humedad del techo cuya forma no recordaba a ninguna cosa en particular. Pensaba en que desde luego no estaba para fiestas y rezaba para que nadie entrara en el cuarto de baño en ese momento. 

En ese momento Esperanza entró en el cuarto de baño y vio a Esperanza tumbada en el suelo. «Oh, madre mía, ¿estás bien?». Luego le pediría perdón por no haberla ayudado a levantarse en lugar de seguir andando hacia la taza del váter, pero se meaba de verdad. «Sí, estoy bien. Estoy… cansada». También las hacía grandes eso. Cuando Esperanza la ayudó a levantarse y le preguntó cómo se llamaba, Esperanza dijo que Esperanza, y Esperanza encontró muchas más similitudes en el fondo de los ojos de Esperanza con lo que había en el fondo de los suyos que en la concordancia de los nombres, aun siendo poco habituales. Esperanza entonces, por animarla a ella y animarse a sí misma, dijo que eran grandes Esperanzas. Esperanza sonrió por primera vez en una semana. 

Lo que las hacía grandes era que así se hicieron amigas. Grandes amigas. Amigas grandes. Así se hicieron grandes la una a la otra. Ocurrió que tiempo después de aquello, aunque ninguna de las dos había salido con una mujer antes, empezaron a salir juntas. Durante un tiempo. Hasta que eso terminó, como terminan la mayoría de historias de este tipo, por otra parte. Pero que eso terminara no impidió que siguieran siendo amigas y que siguieran siendo grandes. Lo que las hacía más grandes todavía.