17/11/14

demostración de la conjetura de los números primos gemelos

Empezó a pensar en un nuevo teorema el miércoles 29 y el viernes 31 ya estaba ingresado en la habitación 137 del Hospital Universitario de Berna. 5 semanas pasó allí conectado a una serie de máquinas que mantenían sus constantes estables mientras él empleaba toda su energía en resolver el enigma. Nada más salir escribió sus conclusiones y se las envió a algunos colegas y a 3 publicaciones especializadas. Después llamó al Inselspital para que prepararan la 139 esta vez. Se le acababa de ocurrir algo. Ludwig Julius Seferović había donado su cuerpo a la ciencia, convencido de que vivo resultaba mucho más útil que muerto. 

(Escuchando: Garbage - Big bright world)

12/11/14

los tímidos y humildes

Son cientos, 
miles, 
son millones. 
Son la chica del laboratorio 
que huele a libro antiguo,
el estudiante de ingeniería mecánica
cuya mente descarriló durante aquella exposición oral
y los novios ilustradores,
más interesados en dibujar sobre manteles corazones humanos 
(con venas cavas y arterias pulmonares y las demás cosas) 
que en conservar su trabajo en la cafetería. 
Son todos esos a los que no estáis mirando. 
Los tímidos y los humildes algo traman. 
Callan por vergüenza
y callan por no delatarse. 
Se reconocen entre sí 
hablando apenas
y empleando códigos tan maravillosos e impenetrables
como los pensamientos que no revelarán jamás. 
Cuando los tímidos y los humildes se levanten
nadie va a verlos venir. 
Porque no es lo que se espera de ellos. 
Porque todavía entonces tendréis los ojos 
vueltos 
en la dirección equivocada. 

(Escuchando: Kasabian - Vlad the Impaler)

3/11/14

demasiado lars von trier

El muñeco fue el primero en cerrar los ojos. Dentro cámara super lenta. Varias toneladas de carga salidas de ninguna parte impactaron contra el vehículo sacudiendo las tres cabezas parpadeantes a 10.750 imágenes por segundo. Blanco y negro. Un aria barroca sonando fuerte. Ella fue la que tomó conciencia de la situación, cogió el brazo de él y tiró hasta que ambos salieron del coche. Fuera, sin Haendel, coloreados, a velocidad estándar, contemplaron (en escala de grises) cómo Mickey Mouse desaparecía realmente despacio entre aquel amasijo de metales retorcidos. Cuando brotaron las llamas se abrazaron, teniendo presente que con casi total seguridad nunca se verían en otra igual.