Son cientos,
miles,
son millones.
Son la chica del laboratorio
que huele a libro antiguo,
el estudiante de ingeniería mecánica
cuya mente descarriló durante aquella exposición oral
y los novios ilustradores,
más interesados en dibujar sobre manteles corazones humanos
(con venas cavas y arterias pulmonares y las demás cosas)
que en conservar su trabajo en la cafetería.
Son todos esos a los que no estáis mirando.
Los tímidos y los humildes algo traman.
Callan por vergüenza
y callan por no delatarse.
Se reconocen entre sí
hablando apenas
y empleando códigos tan maravillosos e impenetrables
como los pensamientos que no revelarán jamás.
Cuando los tímidos y los humildes se levanten
nadie va a verlos venir.
Porque no es lo que se espera de ellos.
Porque todavía entonces tendréis los ojos
vueltos
en la dirección equivocada.
(Escuchando: Kasabian - Vlad the Impaler)
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