Empezó a pensar en un nuevo teorema el miércoles 29 y el viernes 31 ya estaba ingresado en la habitación 137 del Hospital Universitario de Berna. 5 semanas pasó allí conectado a una serie de máquinas que mantenían sus constantes estables mientras él empleaba toda su energía en resolver el enigma. Nada más salir escribió sus conclusiones y se las envió a algunos colegas y a 3 publicaciones especializadas. Después llamó al Inselspital para que prepararan la 139 esta vez. Se le acababa de ocurrir algo. Ludwig Julius Seferović había donado su cuerpo a la ciencia, convencido de que vivo resultaba mucho más útil que muerto.
(Escuchando: Garbage - Big bright world)
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