El muñeco fue el primero en cerrar los ojos. Dentro cámara super lenta. Varias toneladas de carga salidas de ninguna parte impactaron contra el vehículo sacudiendo las tres cabezas parpadeantes a 10.750 imágenes por segundo. Blanco y negro. Un aria barroca sonando fuerte. Ella fue la que tomó conciencia de la situación, cogió el brazo de él y tiró hasta que ambos salieron del coche. Fuera, sin Haendel, coloreados, a velocidad estándar, contemplaron (en escala de grises) cómo Mickey Mouse desaparecía realmente despacio entre aquel amasijo de metales retorcidos. Cuando brotaron las llamas se abrazaron, teniendo presente que con casi total seguridad nunca se verían en otra igual.
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