2/7/14

arquiternura

Durante los años veinte del siglo pasado, surgió una corriente arquitectónica que, debido a las características de su planteamiento, llegó a conocerse como Arquiternura. Con ese nombre por lo menos fue traducida a nuestro idioma, aunque lo más probable es que se trate de una mala transcripción en favor del juego de palabras. A sus impulsores les traía al fresco esto de las taxonomías, sólo les importaba crear espacios lo más acondicionados posibles para solteros huérfanos, poetas sufrientes, primogénitos olvidados por sus familias numerosas y cualesquiera otros menesterosos afectivos. 

El modelo arquiternúrico proponía ambientes confortables y cálidos en los que el residente se sintiera amparado y bien. Edificaciones para el cuerpo y el espíritu. “La arquitectura será blanda y peluda”, le soltó Dalí a Le Corbusier una vez que el suizo se metió con Gaudí. La Arquiternura lo fue. Y ninguno de los tres llegó nunca a enterarse. Las paredes presentaban relieves acolchados forrados con terciopelo para apoyarse en los momentos de pesadumbre. La iluminación podía regularse en función del estado de ánimo, sirviéndose de bombillas de diversos colores que, con la ayuda de tabiques móviles profusamente decorados, convertían la estancia ora en un agradable jardín oriental, ora en un tranquilo café vienés. Los tejados se preparaban de manera que el viento, al pasar por las cavidades estratégicamente arregladas entre las cubiertas, armara graciosas melodías. Había patios interiores con gran variedad de flores y vegetales y había también ingenios mecánicos con formas animales que tenían propiedades autómatas. Desafortunadamente, viviendas semejantes suponían un desembolso que no estaba al alcance de todo el mundo. 

Este problema se solventó parcialmente con la participación de la administración pública, a pesar de lo cual el proyecto fue un contundente fracaso. La masa desatendida prefería refugiarse de sus insuficiencias sentimentales en prostíbulos, farmacias que dispensaran cocaína y salones de baile. Lo que terminó de una vez por todas con la Arquiternura fue el caso nunca aclarado del tal Hirschfeld, un tipo que estuvo viviendo durante al menos un año en el prototipo de apartamento más ambicioso de todos. A años luz de los demás. Uno que todavía estaba en fase de prueba. Se dice que existía una interacción sensorial tan completa entre ambos, que el infeliz terminó, de alguna manera que ningún psicoanalista supo explicar, enamorado de la casa. Se dice también, y aquí está lo terrible del asunto, que hubieron de demoler el inmueble para poner fin a una situación tan comprometida. Hirschfeld se negó a abandonarlo y permaneció encadenado a uno de sus pilares hasta el final. 

(Escuchando: Arctic Monkeys - Do I wanna know?)

3 comentarios:

India dijo...

Do I wanna know? de Arctic Monkeys... se me acaba de adaptar el sístole diástole al ritmo del tema y suena solo en mi cabeza... Así te ha quedado el relato o el relato no podía menos que tirar de ti a ese tema.
Te iba a felicitar educadaalavezqueapasionadamente por esta preciosidad de texto, y además, pedir permiso para compartirlo con una amiga que vive un momento arquitectónico solapado con uno tierno y solapado también con la escritura... Mantengo todo y sumo un descuelgue de mandíbula al leer el tema que te acompañó...

Un abrazo, Budoson.
play...

budoson dijo...

Muchas gracias por todo, India. Por leer, por agasajar, por compartir.

India dijo...


"Qué bonito, palabra bella donde las haya en la arquitecnura deberiamos de vivir." Comentario de una amiga sobre tu entrada.

"Encantadoramente tierno y real el escrito Budoson." (y en privado, uops! que no se entere nadie, destaca que detallles a Dalí y Le Corbusier. Comentario de la amiga con la que quise compartirlo)

Ahora ya sí te puedes dar por agasajado jeje

Un abrazo,