31/7/14

tres magias

Creo que estaría bien
que viniéramos al mundo
con
al menos
tres magias,
como en los videojuegos clásicos.
Creo que estaría bien
que cuando las cosas van mal
pudiéramos utilizarlas.
Hay veces en que me gustaría tener tres magias,
activarlas levantando el brazo
y soltarlas todas
a la vez.

22/7/14

carcoma



La carcoma creó con sus perforaciones un pequeño smiley en la librería del salón. Jamás volví a aquella casa. 

(Escuchando: Lisabö - Narrazti gizakiaren sehaska kanta)

14/7/14

grandes momentos de la historia del videoclip: mark lanegan - the gravedigger's song


Dirigido por Alistair Legrand

(Escuchando: Mark Lanegan - Riot in my house)

cuando se podía fumar en los supermercados

Algo que no pasó. Algo que no sea tan disparatado como para que resulte inconcebible que pasara pero que en realidad no pasó. Algo que pudiera, por qué no, mantenerse agazapado en una grieta profunda y oscura del cerebro de una persona. Algo que no tenga una carga emocional reseñable de la que se hubiera servido esa vivencia para anclarse en el hipocampo (en realidad, estudios recientes localizan la memoria a largo plazo en la corteza motora). Algo neutro. Plausible. Algo parecido a esto: 
—Joder. Eso es como cuando se podía fumar en los supermercados. 
—¡Es verdad! Dios. Fumar en los supermercados. 
—Jajaja… ¿Cómo? ¿Cuándo se ha podido fumar en los supermercados? 
—No sé. Cuando se podía fumar en todas partes. Yo me acuerdo de ir al pediatra y estar el tío fumándose un cigarro. 
—Ya, pero en los supermercados nunca se ha podido fumar.  
—Que sí, mujer. Si había ceniceros. Lo recuerdo perfectamente. 
—Os estáis quedando conmigo, ¿verdad? 
—Tú eres la que se está quedando con nosotros. Pregúntaselo a cualquiera. Pregúntaselo a tus padres. 
—No voy a preguntarles a mis padres esa chorrada. Igual en Estados Unidos se podía fumar pero aquí nunca se ha podido fumar en los supermercados. 
—Bueno, como quieras. Entonces nos lo acabamos de inventar, ¿no?
—Claro. 
—Vale. Lo que tú digas. 
—¿Pero cómo es posible que no te acuerdes?
—Nada, nada. Déjala. ¿Quién quiere otra?
—Yo mismo.
—Anda, pide tres. 
Si dos o más individuos se asocian para elaborar esa fantasía y lo hacen bien, introducen el falso recuerdo con las precauciones oportunas y cambian de tema en el momento preciso sin darle mayor importancia, crearán en la persona engañada una incertidumbre que puede transportarla a un delicioso universo de recuerdos alternativos. La persona engañada (en caso de que el experimento se haya hecho con el sujeto adecuado, y así es como tiene que hacerse) buscará información al respecto a través de diferentes vías. Siendo un hecho insignificante como el ejemplificado arriba, no encontrará gran cosa y lo dejará correr, pero existe la posibilidad de que un amigo le diga: “Sí, claro que se podía fumar en los supermercados”. La persona engañada habrá activado, sin saberlo, el falso recuerdo en un nuevo sujeto. La persona engañada es aquí doblemente engañada mientras, a su vez, ella misma está engañando a la otra parte de alguna forma. Implantado todo esto de manera apropiada y con un poco de suerte, es de esperar que al cabo de un tiempo aparezca alguien que trate de convencerte de que antes se podía fumar en los supermercados. Que si no te acuerdas. Porque él sí. Él se acuerda perfectamente de los ceniceros. Entonces, tus cómplices y tú, los legítimos artífices del mito, lo habréis conseguido. 

(Escuchando: Blur - Oilywater)

7/7/14

un acceso de filantropía me sorprendió en la panadería

La chica que me vende el pan 
es nueva. 
Lo noto enseguida. 
Aunque sólo fuese 
porque está más nerviosa que yo,
lo habría notado. 
A este lado del mostrador 
siempre estamos más nerviosos.
Cuando me da las vueltas
le digo:
“gracias”,
y con un gesto que he ensayado
mentalmente 
le digo: 
“ánimo”,
porque me parece apropiado. 
Escucha mis gracias,
pero mi gesto y mi ánimo y mi apoyo
van a dar contra las barras del fondo.
Ella ya no está escuchando
y habla con otro cliente.
Esta tarde 
alguien comprará una baguete
alentada
con unos ánimos
que 
(ahora me doy cuenta)
necesitaba para mí.

(Escuchando: Pixies - Magdalena 318)

2/7/14

arquiternura

Durante los años veinte del siglo pasado, surgió una corriente arquitectónica que, debido a las características de su planteamiento, llegó a conocerse como Arquiternura. Con ese nombre por lo menos fue traducida a nuestro idioma, aunque lo más probable es que se trate de una mala transcripción en favor del juego de palabras. A sus impulsores les traía al fresco esto de las taxonomías, sólo les importaba crear espacios lo más acondicionados posibles para solteros huérfanos, poetas sufrientes, primogénitos olvidados por sus familias numerosas y cualesquiera otros menesterosos afectivos. 

El modelo arquiternúrico proponía ambientes confortables y cálidos en los que el residente se sintiera amparado y bien. Edificaciones para el cuerpo y el espíritu. “La arquitectura será blanda y peluda”, le soltó Dalí a Le Corbusier una vez que el suizo se metió con Gaudí. La Arquiternura lo fue. Y ninguno de los tres llegó nunca a enterarse. Las paredes presentaban relieves acolchados forrados con terciopelo para apoyarse en los momentos de pesadumbre. La iluminación podía regularse en función del estado de ánimo, sirviéndose de bombillas de diversos colores que, con la ayuda de tabiques móviles profusamente decorados, convertían la estancia ora en un agradable jardín oriental, ora en un tranquilo café vienés. Los tejados se preparaban de manera que el viento, al pasar por las cavidades estratégicamente arregladas entre las cubiertas, armara graciosas melodías. Había patios interiores con gran variedad de flores y vegetales y había también ingenios mecánicos con formas animales que tenían propiedades autómatas. Desafortunadamente, viviendas semejantes suponían un desembolso que no estaba al alcance de todo el mundo. 

Este problema se solventó parcialmente con la participación de la administración pública, a pesar de lo cual el proyecto fue un contundente fracaso. La masa desatendida prefería refugiarse de sus insuficiencias sentimentales en prostíbulos, farmacias que dispensaran cocaína y salones de baile. Lo que terminó de una vez por todas con la Arquiternura fue el caso nunca aclarado del tal Hirschfeld, un tipo que estuvo viviendo durante al menos un año en el prototipo de apartamento más ambicioso de todos. A años luz de los demás. Uno que todavía estaba en fase de prueba. Se dice que existía una interacción sensorial tan completa entre ambos, que el infeliz terminó, de alguna manera que ningún psicoanalista supo explicar, enamorado de la casa. Se dice también, y aquí está lo terrible del asunto, que hubieron de demoler el inmueble para poner fin a una situación tan comprometida. Hirschfeld se negó a abandonarlo y permaneció encadenado a uno de sus pilares hasta el final. 

(Escuchando: Arctic Monkeys - Do I wanna know?)