Hay
un par de cosas que no sabéis sobre los microondas. Existe una tendencia
generalizada a creer que funcionan a través de ondas electromagnéticas
definidas en un rango determinado. En el rango de las microondas, precisamente.
Mediante un proceso denominado calentamiento dieléctrico, las moléculas de las
sustancias expuestas a estas microondas (el agua, principalmente) se ponen en
movimiento liberando una energía que, a la postre, no es otra cosa que calor. Y
no. Esto no es así.
Podía
haber sido. A mediados de los años cuarenta del siglo XX, el ingeniero Percy
Spencer estaba realizando una serie de experimentos con un tubo al vacío
llamado magnetrón. Al terminar la jornada observó que la chocolatina que
guardaba en el bolsillo se había derretido completamente. No se le ocurrió que
las ondas generadas por el magnetrón eran la causa. Tiró la chocolatina a la
papelera del laboratorio, cerró con llave y se marchó a su casa. Tiempo después,
y sin que la chocolatina tuviera realmente nada que ver, le dio por pensar en
que la existencia del ser humano mejoraría una barbaridad si existiera una
manera de calentar los alimentos de forma rápida y limpia. Y cayó en la cuenta
de que, tal vez, había un medio de conseguirlo. La teleportación. La
teleportación se presentaba como una opción válida. Había que intentarlo.
Después
de unas pocas semanas, Spencer construyó un aparato bastante parecido a
nuestros hornos microondas actuales que, como aquel, calientan por teleportación.
Enseguida descubrió lo sorprendentemente sencillo del procedimiento y achacó
que nadie lo hubiese llevado antes a cabo con éxito a la falta de un trabajo riguroso
y serio. Porque lo del Experimento Filadelfia había sido una chapuza en toda
regla. Secreto revelado. Cómo. ¿Que esa tecnología está presente en nuestras
vidas, en nuestras cocinas y nunca lo hemos sabido? Bueno, ¿cuánta gente se
preocupa por indagar en el mecanismo de un microondas? Calienta el café. No se
lleva bien con el papel de aluminio. Puede hacer explotar a un gremlin. Eso es
todo lo que hace falta entender. ¿Y qué opina el Gobierno de Estados Unidos? El
Gobierno de Estados Unidos está al corriente, claro que lo está. No se dedica a
propagarlo a diestro y siniestro (por aquello del control mundial y demás),
pero lo sabe, como es natural. Y usa las teleportaciones. Con moderación, eso
sí. Tampoco es plan de abusar de algo tan vistoso. Mucho menos hoy en día, que
todo el mundo tiene un móvil con cámara. En fin, a lo que íbamos.
La
técnica desarrollada por Percy Spencer se basa en la singularidad de los
agujeros de gusano. Al darse a un nivel modesto, doméstico, permite la
posibilidad de un flujo bidireccional. En una escala mayor ya es otra cosa. Eso
ya no tiene nada que ver. Es un cristo que para qué. Pero en las cotas en las
que se mueven los microondas resulta perfectamente realizable. El gasto (ahí
suele estar la madre del cordero) es aceptable y, sobre todo, rentable. Se
empieza a ver por dónde va la cosa, creo yo. Por si acaso no fuera así. Que te
apetece, no sé, calentar unas croquetas ya hechas. Bueno, un par de minutos a
300 o 350 vatios deberían bastar. O lo que es lo mismo, 120 segundos en algún
punto concreto entre la Tierra y Venus. Cientos de miles de millones de
partículas de croqueta emprendiendo un viaje de ida y vuelta hasta esa posición
exacta a velocidades superiores a las de la luz. Yendo y viniendo con una
celeridad inimaginable. Cruzándose por el camino. Increíble, ¿verdad? Y cierto.
Increíblemente cierto.
Pues
así con todo. ¿Un vaso de leche templada antes de irte a dormir? Lo único que
se necesita es una pasadita por alguna de las planicies de Mercurio. El desierto
del Sáhara va muy bien para la comida china. O el de Dash-e Lut. También el de
Atacama. Cualquiera de ellos, de hecho. Depende del plato. La diferencia
horaria no es problema. Estamos hablando de agujeros de gusano. Es posible
cocinar una pizza al sol de hace 3000 años. Sí que es verdad que esto de los
desiertos a veces trae pequeñas complicaciones, las cosas como son. Existen
casos de coyotes que se han interpuesto en el camino de una tortilla de patatas
de la noche anterior y han terminado fusionados con ella. Una tortilla de
coyote en el microondas. Algo que el comensal, sin duda, no espera encontrar. Pero
vamos, que solamente ha pasado en un par de ocasiones. Puede que más. En
cualquier caso no supone nada de lo que haya que preocuparse. Ah. Un último
punto. Tal vez alguien se lo esté preguntando. Si los microondas son capaces de
enviar alimentos a los puntos más calientes de la galaxia, podrán también
mandarlos a los puntos con las temperaturas más bajas. Es razonable pensarlo,
ciertamente. Aunque no deja de ser un disparate. La AIF* se enfadaría mucho si
dijera lo contrario. Ellos acuñaron aquello de que la venganza es un plato que
se sirve frío.
*Alianza Internacional del Frío. Integrada en su mayor parte
por empresas frigoríficas, heladeros y fabricantes de cubitos de hielo.
Juana de Arco. Por Matainventor.
(Escuchando: :Wumpscut: - Teufelszeug)
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