El jesuita espera
pacientemente
en la capilla de la terminal
1.
Agazapado tras el enrejado
de madera del confesionario
como una araña en su
telaraña.
El aeropuerto es un
hervidero de almas que van y vienen
arrastrando maletas pesadas,
arrastrando los pies,
arrastrando el peso de sus
conciencias,
mientras en el interior del
oratorio
reinan la paz, el silencio y
la soledad.
Pueden pasar horas,
días,
hasta que un viajero entre
en la capilla.
Aun entonces es probable que
no se confiese.
El jesuita espera.
Reflexiona sobre sus propias
faltas.
Ha confortado a hombres y
mujeres de todas las nacionalidades.
Habla más de diez idiomas.
La internacionalización de
los pecados
nos hace a todos iguales
ante sus ojos
y ante los ojos de Dios.
El jesuita espera
sin moverse en ningún
momento de su puesto.
Porque
si lo hiciera,
si no pudiera proporcionar
consuelo
al que llega en mitad de la
noche,
el jesuita fracasaría.
(Escuchando: Oneohtrix Point Never – R Plus Seven)
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