El Tribunal apreció cierta rigidez en su mirada. Un instante después, se desplomó hacia delante con un ruido sordo que dio paso a un inapreciable eco metálico. Con el dedo índice y corazón presionando el cuello del acusado, el abogado anunció: “Señoría, este hombre está muerto.” Mientras, en algún lugar del Distrito Naranja, el auténtico Ryuichi Takanawa trabajaba en un nuevo y mejorado modelo de ciborg. Una criatura aparentemente humana con la que poder continuar ajusticiando a miembros corruptos del Partido sin necesidad de levantarse del sofá.
(Escuchando: Lüger - Monekys everywhere)
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