Josu Flamarique entró trabajosamente en el McDonald’s de Pearse Road, en Letterkenny. El McDonald’s más al norte de Irlanda. Avanzó hasta el mostrador y pidió un Big Mac, como llevaba haciendo los últimos meses. En Barcelona, en Nantes, en Bruselas, en Exeter. Había engordado mucho. Cuando su pedido estuvo listo, se sentó y le dio un mordisco a la hamburguesa. No llegó a darle el segundo porque su cara cambió revelando una gran emoción y salió corriendo hacia la cocina con toda la rapidez que sus casi 140 kilos le permitían. Uno de los empleados intentó impedirle la entrada, pero no pudo hacer demasiado por conseguirlo. Sí, tenía que ser ella. Por fin. Seguro que era ella. Esta vez sí. Y por increíble que parezca, lo era. Allí estaba, sorprendida como el resto de los cocineros. Solo que bastante más. Preguntándose si realmente era posible que fuera él. Intentando reconocerle debajo de toda aquella grasa. Pensando que “De todos los McDonald’s de todas las ciudades del mundo, tenía que venir precisamente al mío.” Pero no dijo nada. Entonces, Josu Flamarique sintió un dolor punzante en el pecho. Trastabilló, perdió la estabilidad y se desplomó sobre la plancha de la carne cayendo finalmente al suelo. Pálido. Intentando conservar una vida que se le escapaba. Su corazón no había podido aguantar más.
(Escuchando: U2 - I still haven't found what I'm looking for)
3 comentarios:
O sea tanto sacrificio, tanto comer para encontrala y al final muere... da que pensar...
Ehr... y cómo la vió, si ella estaba en la cocina y él en comedor. ¿Reconoció su manera de cocinar? Su manera particular de cocinar hamburguesas de McDonals.
¡Deux ex machina!
Pista: Evidentemente, reconoció su manera particular de cocinar hamburguesas del McDonald's.
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