Los obreros que están poniendo las ventanas nuevas,
hablan entre ellos en ruso
o en búlgaro
y no puedo entenderles.
Lo único que sé es que se han cargado la línea telefónica.
Bajo a la calle y me fumo un cigarro
mientras espero para entrar en un locutorio
y conectarme a Internet.
Un par de mujeres hablan sobre una tercera.
Sobre cómo el marido se ha ido con otra.
Una de ellas se arma un lío con los refranes
y, después de un rato, llega a la conclusión de que
“tira más una teta que tres carretas”,
y mejora el dicho.
En el locutorio
un pakistaní duerme
con la cabeza hundida en el teclado del ordenador,
y un árabe tiene problemas para fotocopiar su pasaporte.
Me fijo en los relojes que cuelgan de la pared
con el horario de otros países.
Todos marcan una hora diferente, pero también un minuto diferente.
La diferencia horaria con respecto a Ucrania es de unos 43 minutos.
Luego voy al supermercado.
Dos cajeras se hacen bromas privadas
cuando paso por el pasillo de las bebidas.
En la caja, una mujer debe llevar un montón de tiempo buscando el monedero.
Me marcho y sigue buscándolo.
Sospecho que pasará el resto de la mañana allí,
como un mimo que no puede encontrar su monedero.
Vuelvo a casa.
Bien. Creo que ya puedo ponerme a escribir.
(Escuchando: BRMC - River Styx)