Cristo bendito,
anoche casi me caigo de la cama
cuando comprendí que no voy a volver a verte.
Ya sabes cómo funciona esto,
te marchas a vivir a otra parte
y las probabilidades
de atravesar la ciudad
para comprar
pan de molde
o salchichas
o insecticida
no resultan muy altas.
Soy bastante malo en eso,
pero creo que,
al menos una vez,
un día por lo menos,
intentaste algo.
Sí, me parece que lo hiciste,
aunque de todas maneras yo no tenía un buen día
(es algo frecuente que no lo tenga)
y, tía, en serio, créeme,
no habría funcionado;
nunca funciona.
Puede que dentro de dos
o tres
meses
te preguntes qué ha sido de mí,
puede que te preguntes qué estoy haciendo;
bien,
créeme también en esto: no gran cosa,
después de tanto tiempo
viéndome comprar
el pan de molde,
las salchichas
y el insecticida
más baratos
habrás sacado tus propias conclusiones.
Si dentro de dos
o tres
meses
te preguntas dónde estoy,
quiero que sepas que estoy aquí,
que no he ido muy lejos,
que vamos a continuar respirando
el mismo aire venenoso
y nuestra basura seguirá mezclándose
en el vertedero habitual.
Así va a ser
durante algún tiempo más.
28/7/16
8/7/16
esperanza
En serio, tengo que irme ya,
es muy tarde,
mañana trabajo
y tengo que cuidar de mi padre.
Venga, no seas así.
Sólo una.
No puedo,
de verdad.
De verdad que no.
Y alguien está añadiendo vetas blancas
a la mesa de mármol negro.
Una para mí, otra para ti, otra para él, otra para ella.
Debería haberme marchado a casa hace una hora.
Joder, déjalo ya.
Sí, vale de dar el coñazo.
Pasa media hora más hasta que decide acompañarnos
y sus ojos se humedecen
y dice que esto no está bien,
se lleva una mano a la nariz
y dice que ahora sí, que se va,
en cuanto se le pase se va.
Con qué cara voy a ir a trabajar
y con qué cara voy a mirar a mi padre.
Esperanza es la última que se pierde,
pero al final siempre se pierde
igual que nos perdemos todos.
Porque total,
qué más da
si mañana nos despertamos muertos
o nos entregan las llaves de la ciudad en un acto solemne y multitudinario.
Qué importancia tiene de todas formas.
es muy tarde,
mañana trabajo
y tengo que cuidar de mi padre.
Venga, no seas así.
Sólo una.
No puedo,
de verdad.
De verdad que no.
Y alguien está añadiendo vetas blancas
a la mesa de mármol negro.
Una para mí, otra para ti, otra para él, otra para ella.
Debería haberme marchado a casa hace una hora.
Joder, déjalo ya.
Sí, vale de dar el coñazo.
Pasa media hora más hasta que decide acompañarnos
y sus ojos se humedecen
y dice que esto no está bien,
se lleva una mano a la nariz
y dice que ahora sí, que se va,
en cuanto se le pase se va.
Con qué cara voy a ir a trabajar
y con qué cara voy a mirar a mi padre.
Esperanza es la última que se pierde,
pero al final siempre se pierde
igual que nos perdemos todos.
Porque total,
qué más da
si mañana nos despertamos muertos
o nos entregan las llaves de la ciudad en un acto solemne y multitudinario.
Qué importancia tiene de todas formas.
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