Sin saber por qué, le di un puñetazo a mi padre salpicando a mi madre con la sopa de almejas que estábamos cenando. Llevándose la servilleta a la nariz, de la que surgía un hilillo de sangre, mi padre dijo:
—Hijo.
Dijo:
—Lo que acabas de hacer (tu madre estará conmigo) es bastante inapropiado. Me duele. No tanto a nivel físico como a nivel emocional. Pero si es ésta la forma en que has decidido afrontar la confusión propia de tu edad, sólo podemos apoyarte y bendecirte.
Tener unos buenos padres es como que te toque la lotería. Y yo siempre fui el muchacho más afortunado del mundo.
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