Mientras la impía lluvia borraba la rayuela del patio del colegio la gente se refugiaba en sus casas. Era aquella una lluvia oscura. Densa y pesada. Leche negra que caía con fuerza y se filtraba hasta la raíz de todas las cosas. Matando desde el interior. Cientos de coches abandonados en medio de las avenidas. Decenas de caídos. También animales desfigurados. Sucedía a veces. Para purgar los pecados. Eso se decían. Intuían que en realidad continuaría pasando de todas maneras. Independientemente de sus actos. Pero querían pensar (necesitaban hacerlo) que cuando por fin salía el sol habían quedado libres de cualquier falta.
(Escuchando: Clovers - Crawlin)
No hay comentarios:
Publicar un comentario