15/11/12

los placeres de la soledad

Sus labios perfilados se contraen para dejar escapar un silbido corto, y el diminuto Yorkshire Terrier vuelve junto a ella después de haber chocado accidentalmente con una mujer que pasaba por la plaza. Intento seguir con mi lectura, pero al poco rato escucho gritar a un hombre. Sentado en un banco, se pasa la mano por la pierna. La anciana se disculpa con un adorable gesto mientras el perro trota de vuelta. Decido observarla. Ahora hace un movimiento de cabeza en dirección a un niño que está jugando a unos pocos metros. El pequeño animal sale disparado para ir a estrellarse brutalmente contra el crío. Se pone a llorar y su madre se lo lleva con un sincero “son cosas que pasan, no se preocupe”, dirigido hacia la vieja. Entonces, sin que nadie excepto yo la vea, premia al Yorkshire con una chucheria. Ahora me está mirando. Me sonríe con candor. Sólo quedamos ella, yo y el perro.
 
(Escuchando: Tarántula - Fantasma)

2 comentarios:

Luisa Hurtado González dijo...

"Se masca la tragedia". No quiero ni imaginar qué va a pensar la vieja o que sabe el perro hacer.
Vete del parque, al fin y al cabo ya no lees.

budoson dijo...

No pienso moverme de aquí. Los dos (los tres) permaneceremos como hormigas atrapadas en una gota de ámbar en un perpetuo estado previo a la confrontación.