Nos movemos en grupos pequeños,
de cuatro como mucho.
Aprovechamos la oscuridad.
Fijamos un objetivo
y nos aproximamos muy lentamente.
El tiempo juega a favor.
Mientras el resto prueba suerte con piezas más ambiciosas,
uno de nosotros se acerca a la más vulnerable.
Crías débiles,
con alguna pequeña tara,
que a veces están heridas y hacen que todo resulte más fácil.
Las separamos del resto,
nos las llevamos a nuestra casa
y las usamos.
Cuando terminamos las dejamos marchar.
No podéis juzgarnos,
porque lo que hacemos ha sido aprobado por las leyes naturales.
Y si alguna vez recibimos nuestro castigo,
bueno,
muchos otros son castigados continuamente
sin haber hecho nada.
(Escuchando: Buzzcocks - Autonomy)
1 comentario:
Por no hablar de cuando el cazador se convierte en presa. Pero eso ya es otro cantar.
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